Saber presentarse adecuadamente y mostrar nuestras capacidades profesionales es en una habilidad crucial en un mercado laboral caracterizado por la precarización, la temporalidad, la alta movilidad y la alta competitividad. No solo hemos de ser los mejores, sino que además tenemos que ser capaces de hacer ver a los reclutadores que efectivamente lo somos.
Para ello, es esencial identificar correctamente las fortalezas y debilidades de nuestro perfil profesional, para resaltar las primeras y esconder las segundas, siempre sin incurrir en mala fe.
Por ejemplo, considero fundamental saber transmitir nuestra flexibilidad en materia horaria, de condiciones de trabajo, de encargos, etc., así como nuestros compromiso con la calidad y nuestra voluntad de aprender.
Asimismo, no creo que sea conveniente compartir con los reclutadores cuestiones como la salud mental, episodios de ansiedad, etc. Por mucho se la sociedad avance en esta materia, es lógico y normal pensar que esto puede asustar a los reclutadores.
Por otro lado, con respecto a la imagen personal de quienes buscan trabajo, considero que hay que diferenciar los elementos que están dentro de la esfera de control del candidato de aquellos que no lo están: la belleza o la fealdad escapa de nuestra voluntad, pero la buena presentación, la higiene, los modales o el decoro a la hora de elegir las prendas de vestir sí que lo están.
Por último, considero que es fundamental que sepamos adaptarnos a lo que toque, especialmente durante nuestros primeros años después de graduarnos, en los que aún no tengamos un gran bagaje a nuestras espaldas.